Desde 2016, el Cerro La Asomadera, uno de los siete cerros tutelares de Medellín, fue declarado Área Protegida por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá. Este extenso ecosistema alberga más de 500 especies de árboles nativos, 103 especies de aves y una diversidad significativa de flora y fauna, lo que lo convierte en un escenario clave para la biodiversidad y la sostenibilidad ambiental del Distrito. Su cercanía a las comunas 9 y 10 lo hace un espacio vital para la conexión entre la ciudad y la naturaleza.
Sin embargo, este rol protector del cerro no siempre fue evidente. En la década de los 80, La Asomadera era vista como un vertedero, donde se depositaban escombros y residuos de todo tipo. La conciencia sobre su valor natural estaba lejos de ser una realidad. Fue entonces cuando Luis Hernando, un habitante de la comuna, emprendió la tarea de recuperar el cerro. Con el apoyo de organizaciones sociales como Héroes sin Capa, comenzó a sembrar árboles y promover el cuidado del área, buscando frenar la expansión urbana y preservar este espacio estratégico para la ciudad. Con el tiempo, más habitantes se unieron a su causa, transformando progresivamente el cerro.
Gracias a estos esfuerzos, Luis Hernando logró forjar una cultura de conciencia ambiental que se extendió a más personas. De esta iniciativa nació Custodios de Semillas Ancestrales, un grupo ambientalista con cinco integrantes que lleva cuatro años trabajando en la preservación del Cerro La Asomadera y su biodiversidad. Ricardo Betancur, su líder, ha compartido su conocimiento con la comunidad a través de recorridos interpretativos, explicando la importancia de elementos naturales como las guaduas, los polinizadores y los dispersores de semillas.
Custodios de Semillas Ancestrales ha tenido un impacto significativo en la sostenibilidad del cerro, combinando saberes ancestrales con buenas prácticas ambientales. Relatan a los visitantes cómo las tribus indígenas realizaban intercambios en este lugar y explican la interconexión de los siete cerros tutelares. Además, realizan actividades como la visita al mariposario, talleres de pigmentos naturales, charlas sobre soberanía alimentaria y huertas verticales, así como recorridos nocturnos para evitar incendios y la conservación del banco de germoplasma.
El grupo también tiene un sueño: incursionar y potenciar el turismo ecológico en el Cerro La Asomadera, actuando como guías para garantizar la sostenibilidad. Entre sus proyectos está obtener un comodato para extender su impacto y conocimiento. “Queremos sembrar la semilla en el corazón de los turistas y visitantes”, concluyó Betancur. Este deseo refleja el compromiso de los custodios por seguir construyendo un futuro donde la naturaleza y la comunidad coexistan en equilibrio.
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