Se acerca diciembre y son muchas las fundaciones que inician campañas para recoger regalos y entregarlos a los niños de escasos recursos económicos. Generalmente se nos enseña que son quienes más tienen los que deben dar a los que menos tienen. Este es el sueño de muchas personas: “me encantaría tener mucho dinero para darle a quién lo necesita”, dicen. Pero, ¿Qué tal si son los que no tienen, los que dan? Y es que el verdadero valor de dar no está en obsequiar lo que nos sobra, sino compartir lo que ya tenemos.
Dar de lo que no se tiene, o de lo que no nos resulta sencillo desprendernos, exige un sacrificio que puede sentirse incómodo, pero también es el que genera un impacto profundo y duradero. Esto significa, en lugar de dar lo que sobra, ofrecer lo que verdaderamente tiene valor en nuestras vidas.
Paula Eusse, presidenta de la JAC del barrio 8 de Marzo, nos contó una anécdota que nos ayuda a reflexionar sobre el verdadero significado de dar: “Aquí el año pasado, los niños tuvieron muchas bendiciones, gracias a Dios, debido a unas compañeritas que se apoderaron y me encanta, porque no siempre tiene que ser uno, muy rico que todos toquemos, porque a todos nos abren diferentes puertas. Entonces lo que me dieron a mí me lo lleve para otra parte. Y fue una cosa de Dios: le pregunté a alguien: “necesitamos un barrio humilde, ¿me puedes decir uno que conozcas y yo no conozca?” y me contestó “Pao, Manantiales”. Y aquí había una niña de pedagogía vivencial de la Alcaldía de Medellín y estuvimos conversando y le conté que me gustaba hacer donaciones y ella me respondió que a ella también. Le comenté lo que quería hacer, pero que todavía no sabía a qué barrio llevarlo y me dijo: “Ay doña Paula, si puede llévelo a Manantiales”. Yo pensé: “listo, allá fue. Dos personas diciendo lo mismo”. Yo me reí, la miré y le dije: “un amigo también me mencionó lo mismo”. Yo tengo una hermana de crianza que tiene una fundación y la llamé y le dije: “mami, voy a llevar esto a tal parte” y me dijo “¿Manantiales? Hágale que yo le tengo el contacto”. Y ya con contacto fue más fácil, porque usted sabe que entrar a otro barrio es maluco”, recuerda Paula.
Una vez definido el lugar, Paula no solo entregó la ayuda, sino que se llevó a toda su familia con ella para dar los obsequios a cada niño personalmente: “Yo les dije: “vengan para que vean que la vida no es fácil y que nosotros tenemos necesidades pero hay gente que tiene más necesidades que nosotros”. Ellos no creían. Me los llevé y a todos les repartí un rol, porque la idea no era que fueran a sentarse y a mirar ¡No señor! Y cada vez que pasaba un niño que lloraba y les daba las gracias, ellos me miraban muy tristes. Y salimos de allá y todos me abrazaban y yo les dije: “¿Sí vieron? ¡Esto es duro! No crean, nosotros pasamos necesidades, pero es que hay niños que tienen días que no comen, que no tienen un zapatico. Y lo comprobaron allá”, relata Paula con la voz quebrada.
Sin embargo, lo que más llamó su atención fue una mujer que conoció allí, quien a pesar de tener problemas de salud, trabaja incansablemente a favor de su comunidad: “La muchacha que está allá… ¡Qué hermosa! ¡Me le quito el sombrero a esa niña! Ella hace comida para 100 niños y 10 adultos. Ya le duelen las rodillitas y a ella no le importa. Hay gente muy impresionante. A mi me gusta ayudar, pero ella me parece más brava todavía. Es una tesa y es muy joven. ¡Que Dios la bendiga! Hay que mirar este año que podemos hacer por ella”, concluye Paula.
Comments